Es la estrella de muchos artículos del Estatuto de los Trabajadores y de todos los convenios colectivos negociados entre sindicatos y empresarios. Se alude a ella por doquier en casi todas las reuniones de negociación por todos los actores.
¿Qué es la buena fe? Pues ignoramos si hay una definición académica de ella, pero es fácil detectar cuando existe o no en una negociación cualquiera. Una de las premisas para determinar la buena o mala fe es que todas las partes de la negociación dispongan de la misma información sobre el asunto a negociar. En Atos Spain ésta falla siempre porque la empresa jamás ha entregado toda la documentación que se le ha requerido, ni en el fondo ni en la forma. Es decir, la información llega tarde, mal y nunca. Como consecuencia de esto es difícil que nuestras propuestas sean objetivas y, por tanto, se entorpece la negociación y, lo que es peor, nunca estamos seguros de que estemos pidiendo mucho o poco. Al final, después de mucho hablar, tenemos que recoger la propuesta de la empresa y trasladarla a los trabajadores para que ellos nos digan si les satisface o no, lo que tampoco quiere decir que sea una propuesta más o menos justa.
Otra premisa es que las medidas propuestas, para solventar un problema, sean proporcionales a la dimensión del problema. Por ejemplo, en Atos Spain todos los años hay compañeros que pierden la jornada intensiva por exigencia del cliente o del proyecto en el que trabajan; el Acuerdo Marco dispone que la empresa debe negociar con la RLT el horario a realizar y las compensaciones a los trabajadores afectados. A pesar de llevar muchos años resolviendo este problema, este año la empresa decidió atacarlo con unas propuestas de solución autoritarias y desproporcionadas, como son la ampliación de jornada anual y su distribución irregular. Esto ha truncado, de momento, el objetivo de conseguir un acuerdo antes del comienzo de la jornada intensiva, ya que nos hemos pasado un mes largo discutiendo de esta barbaridad y, aunque las aguas han vuelto a su cauce, ya es tarde. Esto claramente significa que la empresa no quería resolver el problema en tiempo y forma, sino que quería que pasara el tiempo de jornada intensiva y después tener la sartén por el mango en la negociación. La buena fe de una de las partes ha brillado por su ausencia.
En fin, en los 18 años que llevamos presentes en la RLT de esta empresa no ha cambiado nada en este sentido, se repite el mismo patrón de ventajismo en la negociación por parte de la empresa. A veces, de tanta ventaja que tienen, se confían y caen en contradicciones que a cualquier persona de buena fe pondrían la cara colorada y se avergonzaría, pero los representantes de la empresa no tienen ese problema y se quedan tan campantes aunque hayan metido la pata hasta el corvejón. Si únicamente conociéramos lo que ocurre en nuestra empresa pensaríamos que la buena fe es una entelequia de espíritus celestiales o cuentos fantásticos.